En el poder legislativo federal es un acierto que funcione con dos cámaras, una de origen, a donde llega la iniciativa que se va a estudiar, dictaminar y votar; otra, revisora, responsable de analizar que lo aprobado por la colegisladora se ajuste al marco legal.
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Arturo Zárate Vite
En el poder legislativo federal es un acierto que funcione con dos cámaras, una de origen, a donde llega la iniciativa que se va a estudiar, dictaminar y votar; otra, revisora, responsable de analizar que lo aprobado por la colegisladora se ajuste al marco legal.
Cámara de Diputados puede ser cámara de origen y Senado cámara revisora o viceversa. Indistintamente, depende por donde empiece el procedimiento para desahogar la propuesta. No es que una sea más que otra porque le toca revisar. Es el trámite que marca la ley.
El llamado plan B en materia electoral fue votado en primera instancia en la Cámara de Diputados. Los propios legisladores han admitido que hay inconsistencias que deberán de corregirse y eso hará el Senado.
No es la primera vez que sucede en la historia del parlamento mexicano. Existen precedentes, errores cometidos por bancadas de distintos colores. En el pasado, cuando no había redes sociales, la pifia no trascendía como sucede en la actualidad. Hoy le da la vuelta al mundo.
Tampoco es nuevo que haya legisladores que voten sin saber lo que votan, nada más por línea de sus líderes. No se enteran porque el tema no les interesa, porque el documento llegó a sus manos de última hora o porque de plano están acostumbrados a votar en el sentido que les digan, siempre y cuando no se interrumpa el pago mensual de la dieta (honorarios).
Así ha sido en muchas legislaturas, lo que es incorrecto. Lo ideal sería que nadie se quedara sin leer lo que va a votar, porque al final de cuentas es una de las tareas por las que se le paga.
También no es novedoso que la oposición proteste cuando pareciera se “legisla al vapor”. ¿Se acuerdan de esta expresión? Igual sucede con la salida de grupos del salón plenario, inconformes con lo que ven como imposición y atropellamiento de parte de la mayoría.
Es apresuramiento en el que han caído, en diferentes tiempos, mayorías de los distintos partidos.
Lo fundamental es que se corrijan errores, en cualquier poder en el que se cometan, puede ser en el legislativo como esta vez, o en los poderes judicial y ejecutivo.
Claro que no solo se corregirían errores, porque también la cámara revisora podría no estar de acuerdo con otros puntos o articulado de la minuta, aprobada por la cámara de origen.
Esto es lo que puede pasar en el Senado con el llamado Plan B electoral, por lo que es un hecho que el texto corregido y perfeccionado, regresará a la Cámara de Diputados, para su final aprobación.
¿En qué tiempo? Dependerá de los acuerdos y consensos entre los integrantes de la cámara revisora. De no llegar a coincidir, podría votarse en contra y hasta ahí llegaría el Plan B.
Lo más probable es que el Plan B siga su camino, porque como solo modifica leyes secundarias, para aprobarlo no se requiere mayoría calificada, es suficiente con la mayoría simple, con la que cuentan Morena y sus aliados.
Se trata de seis ordenamientos jurídicos, más de 400 artículos modificados de las diversas leyes electorales.
En el escenario extremo, que los senadores no se pongan de acuerdo, en el 2024 se competiría con las reglas vigentes.
Por lo pronto, el camino a transitar es corrección de inconsistencias y la búsqueda de consenso para aprobar el Plan B.
@zarateaz1
arturozarate.com
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