Lo que ayer hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al defender por el caso Ayotzinapa al más firme aspirante de Morena a la candidatura para la Jefatura de Gobierno de la CDMX, Omar García Harfuch, fue frenar el fuego amigo, los ataques de los propios militantes de su partido, de las bases, de los duros que en realidad respaldan a Clara Brugada, la principal competidora del ex jefe de la policía capitalina. FOTO: Presidencia
Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Lo que ayer hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador al defender por el caso Ayotzinapa al más firme aspirante de Morena a la candidatura para la Jefatura de Gobierno de la CDMX, Omar García Harfuch, fue frenar el fuego amigo, los ataques de los propios militantes de su partido, de las bases, de los duros que en realidad respaldan a Clara Brugada, la principal competidora del ex jefe de la policía capitalina.
“No hay que utilizar estas cosas para perjudicar a posibles adversarios o competidores u otros futuros candidatos, y no utilizar un caso tan lamentable como el de los jóvenes de Ayotzinapa desaparecidos con fines politiqueros”, dijo el presidente en su mañanera.
¿A quién le hablaba López Obrador con esta frase? Parece claro: al famoso tigre, ese grupo social, esa franja de la población con mayores índices de marginación, que son las bases, el voto duro de Morena, y que podrían frustrar las aspiraciones de Harfuch, quien es considerado el candidato oficial, a quien respalda Claudia Sheinbaum, virtual abanderada presidencial del bloque de la llamada “4T”.
Pero el daño contra Harfuch ya está hecho. Entre las bases de Morena a la mejor un poco remediado con la absolución del señor de Palacio, pero no así con el perfil de electores que hoy lo apoyan, que son los de mayores ingresos, lo llaman clases medias, altas, que son algo así como la mitad de la población en la capital del país. En esencia, son los mismo que hicieron perder a Sheinbaum la Ciudad de México en 2021 y le dieron a la oposición 9 de las 16 Alcaldías. Equivale también al poco más del 50% que no avala la gestión de López Obrador, que a la mejor ahora dejarán de apoyar a Harfuch, tras la bendición presidencial.
El golpe para Harfuch es duro, porque vino del propio gobierno federal, lo cual no podía haber ocurrido sin que López Obrador al menos lo dejara pasar. Fue el miércoles cuando Alejandro Encinas, el subsecretario de Gobernación y encargado de investigar el caso Ayotzinapa, quien a pregunta expresa aseguró que Harfuch sí participó en las reuniones donde se fraguó la llamada verdad histórica. “Sí aparece, claro que sí. Está en el reservado, así de concreto”. Eso desató la furia en las redes sociales en contra de Harfuch, pero no sólo de quienes era obvio que se irían contra él, los de la oposición, sino también las bases de Morena, y la comentocracia que de alguna manera comulga con la “4T”. Desde ese día Harfuch lo negó reiteradamente hasta ayer mismo, cuando dijo que no tiene nada que ocultar sobre Ayotzinapa.
Insisto, el daño ya está hecho porque esta información ya es y seguirá siendo utilizada por la oposición para intentar contener a quien se perfila como candidato oficialista en la capital. ¿Se imaginan un debate –por Ley, tendrá que haber tres para Jefatura de Gobierno– en donde le saquen a Harfuch las propias declaraciones de Encinas, un destacado integrante de la “4T”, sobre el caso Ayotzinapa y la verdad histórica? La oposición debe estar ya lista con esta narrativa, y otros hechos, como que Harfuch no aprobó los exámenes de confianza en la Policía Federal, documento filtrado también por desde la administración lopezobradorista. Falta ver hasta dónde compite Clara Brugada, después del enfrenón que ayer le puso AMLO a los duritos, a su base social, al tigre. Lo veremos.
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