Al estilo del viejo PRI, ahora Morena pretende “credencializar masivamente” en la Ciudad de México, lo que en los hechos se convierte en una charola del partido, que ojalá no vaya a ser mal utilizada como en la etapa de la hegemonía del tricolor, por porros y golpeadores.
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Alejandro Lelo de Larrea
Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a tirar línea de que Morena debe seleccionar por encuesta a su candidato presidencial. La razón: este método lo controla con su dedito y por tanto beneficia a su corcholata favorita Claudia Sheinbaum. Pero el canciller Marcelo Ebrard no se doblegó y hasta dio un paso adelante, por lo menos para encarecer los costos de una imposición, pues otra vez cuestionó ese formato. Pero lo más novedoso es que está pidiendo al presidente que todas las corcholatas renuncien, pidan licencia a su encargo o que al menos le dé permiso a él para hacerlo.
Aunque Ebrard se dirige formalmente a Mario Delgado, presidente de Morena, en realidad le habla a López Obrador, para que ordene que las corcholatas renuncien o pidan licencia a su cargo, según sea el caso.
Ayer, en entrevista con Radio Fórmula, Ebrard planteó en primer lugar el inconveniente de las encuestas: puede haber un margen de error muy grande, y que eso lleve a hacer una selección injusta. Citó el caso de las encuestas que se equivocaron en 2018 a favor del presidente, que nunca midieron la amplitud de la ventaja que tenía.
Ebrard no lo dijo en la entrevista ayer, pero ya fue víctima de ese “margen de error” de las mediciones de opinión pública. El PRD, en 2012, para decidir quién de entre él y AMLO sería su candidato presidencial, hizo tres estudios demoscópicos con cinco preguntas en cada uno. Una encuesta la ganó con márgenes abiertos Ebrard y la otra igual López Obrador. Pero la tercera estaba muy cerrada: dos preguntas las ganaba Ebrard y tres AMLO, una con diferencia dentro del margen de error, que bien pudo haber sido a favor de Ebrard, quien decidió no impugnar.
El tema viene a cuento porque Ebrard ha planteado que la próxima semana, después de los comicios del Estado de México y Coahuila –en que no da todo el crédito a las encuestas preelectorales que dan triunfo abrumador a Morena y al PRI, respectivamente–, va a hacer un planteamiento integral para la selección del candidato presidencial: tiempos, debates, renuncia (o licencia) a sus respectivos cargos, encuesta, preguntas.
Ebrard considera muy importante la separación del cargo, y recurre al 2005 para argumentar qué él renunció a la secretaría de Desarrollo Social capitalina, para competir en equidad con los otros aspirantes perredistas. Pero el canciller ya no dijo lo que no le conviene. Para 2012, López Obrador no ostentaba ningún cargo formal –era “presidente legítimo de México” –, y Ebrard como jefe de Gobierno en funciones se presentó en noviembre de 2011 a la encuesta con esa ventaja.
Ebrard pide hoy que todos se separen de sus cargos: Sheinbaum de la Jefatura de Gobierno; Adán López de Gobernación; Ricardo Monreal del Senado y él de la Cancillería, pues su cálculo político es que en esa circunstancia tendrá ventajas por sobre todos, y acortaría la distancia que hoy le saca Sheinbaum de aquí a agosto que será la segunda y definitiva encuesta.
También implícitamente Ebrard está pidiendo permiso al presidente para renunciar a la Cancillería, aunque los demás no quieran, pues él no puede irse sin el aval de su patrón López Obrador. Al presidente no se le puede renunciar en este sistema, y menos en esta circunstancia. Hacerlo sería equiparable a romper con él. Ebrard considera que el cargo le estorba para moverse libremente en una especie de precampaña. AMLO dará pronto instrucciones a Delgado. Lo veremos.
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